Después de un dificil día en el trabajo, en donde la tortura japonesa ejercitó mi paciencia al máximo (encerar-pulir o lo que es lo mismo inhalar-exhalar),decidí encontrarme con un amigo en un conocido centro comercial de Caracas.
Lejos de olvidarme de los problemas, este encuentro me hizo rescatar una situación en la que ya había pensado y a la que hasta ahora no había podido dar forma: la cuestión de las personas de la tercera edad o también de los llamados “adultos contemporáneos" de este país.
Siempre escuchamos cosas como “esta juventud está terrible”, “esta generación es candela” y otras expresiones coloquiales que podrían resumirse en un: los jóvenes de ahora son peores que los jóvenes de antes y que este país está mal por ellos y no saldrá adelante por su culpa.
Es cierto que la sociedad de las telecomunicaciones ha propiciado el surgimiento de nuevos problemas sociales entre nuestros jóvenes; es verdad que muchos de los principios o valores morales de antaño se han desvirtuado o simplemente son despreciados por ellos, sin embargo, los adultos y personas de la tercera edad son tan o más culpables que los jóvenes del deterioro del tejido social, cuidado sino más que estos últimos.
He visto como los adultos creen que su edad les da un aval para decir barbaridades, hacer atrocidades e incumplir las normas. Desde comer en el metro,empujar a las personas, no dejar salir a las personas antes de entrar al vagón hasta fumar en los lugares públicos en los que está expresamente prohibido.
No entiendo por qué señoras mayores empujan y pelean cuando se les reclama, como señores se molestan si se les pide que no fumen en sitios en donde no está permitido o por qué como los señores gritan cuando se les recuerda que el metro no es el mejor lugar para comer churros.
Siempre decimos que “de nosotros depende el mundo que le dejaremos a nuestros hijos”, de ahí el peso del deber que soportamos en nuestros hombros. Pero por otro lado esa misma verdad universal equivale a decir que “tenemos el mundo que nos han legado nuestros padres” lo cual es, en muchos casos, una suerte de culpa, es la responsabilidad por las malas decisiones tomadas y los resultados de las mismas.
Que esas canitas no sean una manifestación de la merma de los buenos modales y la cortesía; y que los años que quedan sean aprovechados para dejar alguito bueno en el Planeta.
Y a nosotros los jóvenes…pues parece que nos tocará también re-educar a los adultos y personas de la tercera edad para que no olviden comportarse adecuadamente… Como dirían por allí: “manual de Carreño con ellos”.