Siempre estoy escribiendo o
comentando lo mucho que me gusta leer y los autores que me agradan, sin embargo
las cosas que NO me gustan en/de los libros pocas veces las menciono.
Parece tonto, pero una frase, una
letra, incluso el tipo de papel o la impresión (cuya escogencia muchas veces
escapa de las manos del autor) pueden convertir nuestra lectura en un verdadero
suplicio.
Así que aquí van (y si acaso van
a publicar un libro anoten) el ranking de las diez cosas que esta aficionada a
la lectura detesta encontrar en los libros:
Un papel muy delgado: libros impresos
en papel delgadísimo, casi transparente, el cual no puedes subrayar y que con
solo pasarle los dedos se ondula por la humedad. Siempre me he preguntado por
qué las editoriales nos hacen esto…
Las portadas que refieren a la película BASADA en el libro: pareciera que las editoriales sacan del mercado los libros que se publicaron ANTES del lanzamiento de la película e inundan las estanterías con las fotos de los protagonistas, libros que parecen ser basados en la película y no al contrario y en donde la frase “La película del año” es más grande que el nombre del autor.
Las notas AL FINAL del capítulo o, aún peor, del libro: ¿es que acaso el autor o el editor no han leído nunca un libro de pié? Eso de ir para adelante y para atrás hace IMPOSIBLE que puedas leer un libro en el metro o en la parada. Uno termina perdiéndose sino tiene mucho cuidado. Aún peor son aquellos que colocando las notas al final no señalan a qué párrafo pertenece. Mi edición de “El Aleph” de la biblioteca Ayacucho tiene las notas al final del capítulo pero no señala DENTRO del capítulo cuando hay que remitirse a las notas… valga acotar que estoy a punto de comprarme ese libro nuevamente en OTRA edición más amigable y coherente.
Dedicatorias que más que de un libro parecen el de una tesis: a menos que sea el primer libro de un autor joven e inexperto, esas dedicatorias larguísimas que se detienen en toooodos aquellos que hicieron posible la publicación me parecen fuera de lugar. Sí, el libro se publicó gracias al editor, al agente del autor, a la universidad, etc., sin embargo la razón primigenia de ser, la musa, la fuente de donde emanó la idea de hacer el libro de seguro se puede expresar en tres líneas. Declaro cierta debilidad por aquellas dedicatorias ambiguas que se nota que fueron escritas para estar a la vista de todos pero para la compresión de Esa… LA persona.
Las fotos poco serias del autor del libro: ponerle cara al autor del libro es tal vez una de las tareas más delicadas desde mi punto de vista. Particularmente me gusta saber cómo es la persona que escribe el libro, sobre todo cuando lo estoy disfrutando. Si el autor no es reconocido y si no he leído nada de él, veo su “currículo” (la pequeña sinopsis con foto que suelen ubicar en las solapas del libro) para “convencerme” a mi misma de comprarlo o no. Un ejemplo de lo que NO se debe hacer en estos casos me lo dio Ybeyise Pacheco. Nunca tuve intenciones de leer “Sangre en el Diván”, pero con esa foto en la solapa me quitó cualquier asomo de curiosidad.
Frases repetitivamente cansonas: a
veces los autores usan una misma frase varias veces a lo largo del relato para
crear una especie de “frase ícono” que identificará la novela o al personaje o
para darle sentido al título escogido, sin embargo creo que pocos saben usarla
de manera que genere el impacto deseado. En el libro “Secreto 1929 de Leopoldo
Mendivil López la repetición de “Por qué me pones en situaciones tan k-gantes”
(literal eh…) casi hace que queme el libro que, salvo ese y el siguiente
detalle, estaba disfrutando mucho.
Nombres de personajes históricos mal escritos: si la novela es histórica, lo MINIMO que un autor serio y responsable con su público debe hacer es escribir los nombres de los personajes tomados de la vida real correctamente. Incluso si es una pequeña referencia a una persona real. No sólo porque al lector conocedor le llenará de ira encontrar semejante descuido, sino que al que no sepa lo llenará de errores, justamente cuando los libros por esencia buscan justamente lo opuesto: corregir, educar, instruir.
Las frases escritas en un idioma diferente al del libro sin ofrecer traducción: admiro la erudición de aquellos autores que pueden, tratándose de un libro que se desarrolla en Paris, escribir diálogos con frases en francés (y así de cualquier idioma), sin embargo, si el personaje “entiende” lo que se le está diciendo en ese idioma lo más lógico es que el lector también. En el caso de la novela “Entre dos aguas” de Plinio Apuleyo Mendoza (cuya historia se desarrolla en Paris, Roma y Colombia) el autor escribió oraciones en francés sin traducción en un contexto propicio (cuando el personaje llega a Paris y no entiende ni papa), pero también hace uso del mismo recurso de manera “presumida” (cuando ya el personaje entiende todo todito) dejándolo a uno sin otro recurso que buscar en Google la traducción de la frase.
Frases peyorativas y parciales en un texto académico: y aquí me remito al libro “Derecho Internacional Americano” del que fuera mi profesor de la materia homónima en la UCV. En ese libro (que recomiendo salvo este pequeño gran error) el profesor CADA VEZ que hace mención a los Estadounidenses los llama “gringos”…Aunque él mismo negó que la intención fuera insultar a los nacionales de ese país, ese apelativo le quita seriedad al libro y le hace pensar a uno (por momentos) que lo que se tiene en la mano es un pasquín comunista.
Las portadas que refieren a la película BASADA en el libro: pareciera que las editoriales sacan del mercado los libros que se publicaron ANTES del lanzamiento de la película e inundan las estanterías con las fotos de los protagonistas, libros que parecen ser basados en la película y no al contrario y en donde la frase “La película del año” es más grande que el nombre del autor.
Las notas AL FINAL del capítulo o, aún peor, del libro: ¿es que acaso el autor o el editor no han leído nunca un libro de pié? Eso de ir para adelante y para atrás hace IMPOSIBLE que puedas leer un libro en el metro o en la parada. Uno termina perdiéndose sino tiene mucho cuidado. Aún peor son aquellos que colocando las notas al final no señalan a qué párrafo pertenece. Mi edición de “El Aleph” de la biblioteca Ayacucho tiene las notas al final del capítulo pero no señala DENTRO del capítulo cuando hay que remitirse a las notas… valga acotar que estoy a punto de comprarme ese libro nuevamente en OTRA edición más amigable y coherente.
Dedicatorias que más que de un libro parecen el de una tesis: a menos que sea el primer libro de un autor joven e inexperto, esas dedicatorias larguísimas que se detienen en toooodos aquellos que hicieron posible la publicación me parecen fuera de lugar. Sí, el libro se publicó gracias al editor, al agente del autor, a la universidad, etc., sin embargo la razón primigenia de ser, la musa, la fuente de donde emanó la idea de hacer el libro de seguro se puede expresar en tres líneas. Declaro cierta debilidad por aquellas dedicatorias ambiguas que se nota que fueron escritas para estar a la vista de todos pero para la compresión de Esa… LA persona.
Las fotos poco serias del autor del libro: ponerle cara al autor del libro es tal vez una de las tareas más delicadas desde mi punto de vista. Particularmente me gusta saber cómo es la persona que escribe el libro, sobre todo cuando lo estoy disfrutando. Si el autor no es reconocido y si no he leído nada de él, veo su “currículo” (la pequeña sinopsis con foto que suelen ubicar en las solapas del libro) para “convencerme” a mi misma de comprarlo o no. Un ejemplo de lo que NO se debe hacer en estos casos me lo dio Ybeyise Pacheco. Nunca tuve intenciones de leer “Sangre en el Diván”, pero con esa foto en la solapa me quitó cualquier asomo de curiosidad.
Ejemplo de lo que NO se debe hacer nos la da Ibéyise Pacheco |
Nombres de personajes históricos mal escritos: si la novela es histórica, lo MINIMO que un autor serio y responsable con su público debe hacer es escribir los nombres de los personajes tomados de la vida real correctamente. Incluso si es una pequeña referencia a una persona real. No sólo porque al lector conocedor le llenará de ira encontrar semejante descuido, sino que al que no sepa lo llenará de errores, justamente cuando los libros por esencia buscan justamente lo opuesto: corregir, educar, instruir.
Las frases escritas en un idioma diferente al del libro sin ofrecer traducción: admiro la erudición de aquellos autores que pueden, tratándose de un libro que se desarrolla en Paris, escribir diálogos con frases en francés (y así de cualquier idioma), sin embargo, si el personaje “entiende” lo que se le está diciendo en ese idioma lo más lógico es que el lector también. En el caso de la novela “Entre dos aguas” de Plinio Apuleyo Mendoza (cuya historia se desarrolla en Paris, Roma y Colombia) el autor escribió oraciones en francés sin traducción en un contexto propicio (cuando el personaje llega a Paris y no entiende ni papa), pero también hace uso del mismo recurso de manera “presumida” (cuando ya el personaje entiende todo todito) dejándolo a uno sin otro recurso que buscar en Google la traducción de la frase.
Frases peyorativas y parciales en un texto académico: y aquí me remito al libro “Derecho Internacional Americano” del que fuera mi profesor de la materia homónima en la UCV. En ese libro (que recomiendo salvo este pequeño gran error) el profesor CADA VEZ que hace mención a los Estadounidenses los llama “gringos”…Aunque él mismo negó que la intención fuera insultar a los nacionales de ese país, ese apelativo le quita seriedad al libro y le hace pensar a uno (por momentos) que lo que se tiene en la mano es un pasquín comunista.
Los BEST SELLER: si…debo admitirlo…me pone los pelos de punta ver ese furor, multitudinario y masivo con los libros. Lejos de querer comprarlo cada vez que leo en la portada que el libro es un best seller pienso en que mejor será leerlo cuando a la gente se le acabe la fiebre o, lo que es peor, que si a tantos le gusta no debe ser especial. Importante acotar que he caído alguna que otra vez en este pecado.
¿Alguna otra cosa que agregar?