Viaje en el tiempo.-
Cuando está triste compra un
libro
Cuando está molesta compra un
libro
Cuando no encuentra algo compra
un libro
Cuando los pies la llevan a
una nueva librería entra, la hurga y
compra un libro
Cuando de pronto se encuentra en
una vieja librería entra, ve lo que hay de nuevo y, casi siempre, compra un
libro.
Ese día (después de ver por decimo
tercera vez Midnight in Paris) salió a
comprar algo y no lo encontró. Desmotivada, como arrastrando media humanidad en
sus hombros siguió caminando hasta que se dio cuenta que estaba cerca de la
Pulpería.
La Pulpería es un rincón en donde
el tiempo se detuvo. En donde el
inventario de los libros no está en una computadora sino que está en una
cabeza; la cabeza de la encargada o del dueño, en el mismo lugar en donde están
los precios de esos millones (7 millones de acuerdo a la encargada) de libros
que se apilan caóticamente en el local (si es que a ese lugar puede llamársele
local).
La entrada es angosta y desde la calle
no se puede sospechar que sus fauces se extiendan a poco menos de la mitad de
la cuadra. Laberinto de libros, sus pasillos oscuros con olor a años guardan lo
que en ninguna otra librería de la Capital hay y aunque encontrar un libro allí
es una proeza, el desorden le concede cierto carácter a la búsqueda: es como
excavar para extraer un tesoro.
Llega a la Pulpería y la
encargada la ve. -“¿Qué buscas?”-
Y en su mente solo un nombre
pasa: Hemingway.
Ya lleva dos libros seguidos de
Hemingway porque después de visitar su
casa en Key West no hay manera de que se lo quite de la mente.
Baja al pasillo de Hemingway (que
ya sabe ella donde está) dejando su bolso y dando cada paso con delicadeza,
tratando de no hacer ruido, de no perturbar en este santuario al que pocos
tienen acceso y al que ella, por cliente frecuente, puede ingresar.
Hay de todo sobre Hemingway,
escoge un par de libros, este lo tiene, este otro no… y de repente lo ve…
Un libro de lomo rojo con letras
doradas desvencijadas.
Un libro de tapa dura con la
firma de Hemingway y hojas amarillas.
Un libro que se titula “A Moveable Feast” y que los traductores en español han llamado “Paris era una
fiesta”.
Lo hojea al azar, sabiendo que
tiene un tesoro, consciente de que ha venido aquí excavando solo para encontrar
esto , esperando encontrarse una foto vieja, un marca libros, una postal de
Paris y como por arte de magia las hojas se detienen en un título:
Y lee “In
those days there was no Money to buy books. I borrowed book from the rental
library of Shakespeare and Company…”
Su lugar favorito de París, ese
lugar que conoció gracias a una buena amiga (gracias Victoria) que pudo encontrarse con ella solo
un par de horas, ese lugar que pasan de refilón en la película que recién ha
visto (por decimo tercera vez), ese lugar también fue un lugar de Hemingway.
Lee el capítulo completo, de la
dueña del lugar (Sylvia Beach), de lo mucho que le gustó y allí está la foto de
él en los años 20’s con Sylvia al lado mirándole, y él mirando al frente. Y la
mira a ella que enjugándose los ojos siente que varios puntos se han conectado
y la han trasladado a ese tiempo.
“Me lo llevo”- le dijo a la
encargada.
“Son 250”- le respondió-
Mientras pagaba una pareja entró
y le preguntó a la señora “¿podemos entrar?”
“NO”- respondió secamente- cuando
se fueron añadió “esta gente que viene a pasear, como si esto fuera un paseo, ¿A
dónde creen que van a ir? Aquí se viene por libros!”
Ella se rió…
Nota: la foto de la pulpería es de http://sorboletras.wordpress.com/2013/09/08/la-gran-pulperia-de-libros-venezolanos/ (la Sra. me ha dicho que detesta que tomen fotos y yo no las tomo)