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domingo, 18 de octubre de 2015

Resolviendo el problema de Boves y los Mantuanos

Esta semana terminé de leer Boves el Urogallo de Francisco Herrera Luque.

Para los que no están familiarizados con José Tomás Boves, él es el antihéroe de la historia venezolana, el más temido y sangriento de los oficiales españoles durante la Guerra de Independencia que, créalo o no, logró que los negros y pardos pelearan a favor del Rey de España y en contra de los criollos mantuanos.   

Creo que debo hacer un pequeño paréntesis sobre cómo y qué escribía Herrera Luque. Psiquiatra de profesión, escribió ensayos y luego novelas construyendo, a través de exhaustivas investigaciones, el perfil psicológico de sus personajes, de allí la complejidad y densidad de los mismos.

Terminé el libro con muchas ideas en la cabeza… la primera, es que definitivamente somos la misma cosa, vestidos diferente y repetidos en el tiempo. Nuestros complejos de inferioridad y superioridad pareciera que tienen sus raíces en el mismo proceso de colonización y en el absurdo sistema de castas que nos fue impuesto.

Boves, español de nacimiento, venido a Venezuela siendo adolescente, humilde que con su trabajo (y artimañas) logró amasar una fortuna, nunca fue lo suficientemente bueno como para ser tomado por igual por los mantuanos (blancos criollos, hijos de españoles y adinerados, dueños de haciendas que no realizaban trabajo manual alguno), tanto así que a pesar de aportar en demasía a la causa patriota, es condenado a una muerte de la cual lo salva en bando realista, engrosándolo en sus filas y explotando su naturalesza sangrienta y el odio atesorado en su interior.

Logra sumar a los negros y pardos a su causa, defendiendo un Rey extranjero que al final no iba a apoyar ningún cambio sustancial en un sistema jerárquico impuestos por sus propios funcionarios en sus colonias, por el odio que anidan en común. Los mantuanos son los que los han rechazado, por su color de piel (a unos), por su pobreza (a otros) y por sus origines (a todos). Los mantuanos les recuerdan lo que nunca lograrán ser, lo que detestan y anhelan a la vez.

El libro está minado de personajes que parecieran sacados de la actualidad; están las Bejarano, dos pardas hermanas dueñas de su propio negocio que compran al Rey su título de blancas y que aun así son rechazadas y excluidas de la vida social de la clase privilegiada y se me haría interminable comentar los paralelismos existentes en el libro versus nuestro día a día.

Mientras leía miles de imágenes se arremolinaban en mente. Recuerdo la mamá de un ex novio que usaba el término “gente bien” para referirse a sus iguales de clase. Recuerdo también cómo en una contra marcha opositora en la Central un vigilante que estaba en el bando chavista me gritó “desclasada” aludiendo que yo no debía estar en ese lado de la marcha con “ellos” los “blanquitos del Este”.

El estamento social colonial se ha flexibilizado, ha habido movimientos y migraciones y se ha ido permeando poco a poco,  pero la malla (ya no el muro) que marca el inicio y el fin del uno y del otro siguen allí. Tenemos los mismos derechos ante la Ley, pero las limitantes sociales (más allá de las monetarias) siguen estando presentes en nuestra interrelación cotidiana y este ciclón llamado Chávez logró evidenciar y capitalizar esas diferencias.

Pienso en la gente en el metro, cómo ven al diferente (al que lee por ejemplo), pienso en cómo se ensañan particularmente con ellos (sí, me ha pasado) y también pienso en cómo en determinado lugares he tenido que hacer caso omiso a las miradas que descaradamente interpelan a algunos, preguntándoles qué hacen en ese sitio y los hacen sentir fuera de lugar. Pienso en lo fuera de lugar y poco inclusiva que me pareció la última propaganda de Julio Borges (si no la han visto tomense unos minutos).


Chávez (que como Boves, terminó porque la Providencia así lo quiso y no por maniobras unidas y coherentes de los patriotas) supo explotar todo esto a su máxima expresión con una oposición que (como los mantuanos de antaño) no quieren sino volver al status quo anterior, sin entender que fue esa Venezuela la que germinó la semilla del árbol cuyos frutos estamos comiendo y que para el otro bando lo peor que puede pasar es justamente eso, volver a ser lo que éramos.

Como la promesa de Boves de que si peleaban con él podrían saquear y robar las casas de sus amos, hace unos días vi un grafiti de los Tupamaro en una zona humilde de Santa Teresa del Tuy, el grafiti dice en letras negras como advertencia (para nosotros) y como un juramento (para ellos) “si nos quitan nuestros sueños no les dejaremos dormir” ¿Estaremos escuchando acaso los acordes del Piquirrico sin darnos cuenta?











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