Páginas

lunes, 31 de enero de 2011

Nosotros los internacionalistas.

Hace un par de meses mi mamá le decía a un vecinito “algún día serás un ingeniero”, o algo así creo recordar. En seguida le pregunté ¿por qué no le dijiste que sería internacionalista?, mi mamá me dijo “es algo difícil de explicar”.

Mi mamá, como casi siempre tenía razón. Nosotros, los internacionalistas somos dinámicos, heterogéneos, complejos e interdependientes (Prof. Arellano, puede reclamar los derechos de autor de la frase). 

Somos un gremio que ha nacido, pero que le falta mucho para madurar. Un gremio que permitió que gradualmente los gobiernos designaran más personal al servicio exterior por razones políticas y menos de carrera y que, finalmente, recibió la estocada final con este Gobierno, eso es lo que creo.
Los internacionalistas pasamos cuatro años entre el piso 4 y el 5 de FACES, relativamente poco comparado con otras carreras (las que duran 5 años y las que son imposibles de sacar en 5 años) pero esos años son suficientes para que nos sintamos casi una familia. En nuestro Macondo, en el que todo se sabe, creo que solo por razones políticas nos hemos divido (en dos promociones por poner un ejemplo), pero en unos tambores y con un poco de ron y reggaeton (sí, mencioné el reggaeton, “a la hoguera!”- Arellano, más derechos de autor-) todos volvemos a ser un gremio y estar juntos (muuuy juntos en algunos casos) otra vez.

Hemos engordado, algunos perdieron algo de cabello, ganado canas y años; hemos sufrido juntos con aquellos exámenes de historia, con los exámenes orales de todos-saben-quien, de aquellas discusiones de cambio de pensum (que nunca terminan con el cambio del pensum), de Edgardo Ramirez (su solo nombre ya implica tantas cosas que para qué mencionarlas), de los pantalones de cebra de Estee y de tantas cosas más. También hemos disfrutado las fiestas, las horas de estudio y nos hemos ido formando juntos.

Podrá sonar cursi y pegostoso, pero cuando pienso en lo que es un internacionalista pienso en un  poco de cada uno de Uds., pienso en los muneros, pienso en esos profesores que te hacen desear algún día darle a alguien al menos la mitad de lo que te dieron a ti, pienso en mis amigos mexicanos (colegas también de RI), pienso en los que se entristecen pensando que África todavía está muriendo por guerras y de hambre (incluso cuando el día debe ser de celebración para ellos), a los que veo dando entrevistas por televisión y me hacen crecer de orgullo, a los que sus jefes regañan por ser un “tiki titiky” llenos de ideas y pro actividad, a los que me hacen discutir hasta en las madrugadas sobre el gobierno, los que dan preparadurias sin esperar nada a cambio y siempre están corriendo para todos lados, a los que no ejercen pero que están esperando su momento (que de seguro vendrá) o para aquellos que encontraron (gracias directa o indirectamente a Estudios) una nueva vocación, a los que se meten en mil actividades extra curriculares y a los que después de egresados le dan la mano al recién graduado para que ingrese en el mercado laboral. 

Que este día sea de alegría y de felicidad para nosotros y que el resto del año sea para criticarnos constructivamente y hacer propuestas, para nuestro Colegio y para nuestra Escuela. Ya que como egresados tenemos mucha responsabilidad por las cosas que pasan o dejan de pasar en la Escuela y por lo que somos como gremio.

Después de todo, definir al internacionalista es fácil: somos nosotros. Los quiero colegas! 



domingo, 30 de enero de 2011

¿Evitando el racismo o promoviéndolo?


Los venezolanos solemos llenarnos la boca diciendo que no somos racistas. En un país donde hasta el plato típico navideño es una manifestación del mestizaje de la época colonial y en donde, de acuerdo a crónicas de la vida en sociedad de la Caracas de principios del siglo 20, “ninguna familia podía ser blanca blanca blanca” aludiendo a que por algún lado de seguro había una mezcla, es normal que la diferenciación por motivos étnicos se diluya en el tiempo, porque qué sentido tendría, ¿verdad?

Este fin de semana los hermanitos de una amiga dijeron que yo era la amiga más morena de las que estaban presentes. Lejos de pensar que la apreciación era negativa, me pareció, además de acertada, algo de lo más normal. En seguida recordé cuando en la  casa de la familia de un ex novio uno de sus primos (español-venezolano) de unos siete años hizo el mismo comentario. En aquel momento todos trataron de disimular la cara de contradicción ante “la indiscreción” del niño. 

Creo que desde pequeños les inculcamos a nuestros niños sin querer que ser negro es algo negativo. 

De ahí que mencionar el color de la piel de alguien negro o moreno sea visto como una indiscreción. De manera que un niño blanco no podrá mencionar que el compañerito es negro sin ser visto como un indiscreto y, más adelante al crecer, como un racista eventualmente. Ahora si la situación es la inversa el niño no será visto como un racista por decirle “catire o blanco” al compañero.

¿Tiene acaso sentido censurar que un niño o niña diga lo que veo todos los días en el espejo, sobre todo cuando no es algo negativo?

Un niño siempre va a observar las cosas que nota diferente, depende de nosotros que les coloque la etiqueta de defecto o de virtud, de algo negativo o de algo positivo o, simplemente, de algo anormal o normal.

jueves, 13 de enero de 2011

En nuestra “batalla política” la pelea es por el consumidor

Hace un par de semanas conversando con un buen amigo sobre la situación política del país, para variar, llegué a varias conclusiones sobre el objetivo que la oposición debe plantearse en el país.

Los que criticamos a la oposición los culpamos muchas veces de no tener propuestas, de no tener líderes y de carecer de iniciativa, pasando a ser meros “re-actores” o “re-accionarios” a las acciones gubernamentales. Curioso que critiquemos a la oposición de no tener un líder cuando vivimos criticando la actitud casi mesiánica que Chávez tiene con sus seguidores pero reclamamos un mesías de nuestro bando para que “de la talla”. Algunos también pensamos que el proyecto y la opción post-Chávez es lo más importante, sin embargo creo que para el grueso de la población (grueso que no lee ningún Plan de la Nación ni propuesta electoral) esto carece de importancia. Por otro lado, si justamente la oposición se ha definido, hasta ahora, por sus palabras y acciones, como “oposición” (opuesta a Chávez), es normal que hasta cierto punto él dicte la agenda, además, ha habido iniciativas que no han se han sabido o podido capitalizar dentro del estrecho margen de maniobra que el Comandante nos deja.
Había pensado que el objetivo de la oposición era el ciudadano, creí firmemente que la oposición debía educar a venezolano de a pié y hacerlo ciudadano con criterio político, para que entendiera que la distribución del presupuesto nacional afecta el número de camas que habrán en los hospitales y el número de casas que construirá el gobierno, que la ampliación de la inamovilidad laboral tiende a estancar al mercado laboral y que la devaluación no solo afecta a los “oligarcas” que se van de viaje sino también a esa ama de casa que va a comprar los pañales del bebé en el mercadito de la plaza y al autobusero que tiene que recorrer medio país para encontrar el repuesto de la camionetica.
Eso era lo que yo pensaba.
Hoy pienso que dado el control que tiene el gobierno tanto en los espacios públicos como en los privados, la rendija que nos dejan (en el twitter, en el facebook, en los tres o cuatro periódicos impresos y en el único canal “independiente”) no cubre al grueso de la población, inhabilitando, de este manera, a que la oposición siembre esas inquietudes y dudas en la mente del venezolano para convertirlo en el preocupado por la “cosa pública” que se requiere.
Nuestra consciencia política colectiva parece estar todavía en gestación, para ser optimistas; paradójico tomando en cuenta que estamos ya “encariñados” con la democracia como sistema político desde hace unos 50 años (sí, incluyo los de este gobierno porque con todo y lo totalitario la mandarria se la hemos dado nosotros a través del voto).
En cambio, nuestro consumidor está bien desarrollado. El venezolano está acostumbrado a escoger, a tener marcas, a vivir en un medio, “capitalista salvaje”. El lenguaje del consumidor lo entiende cualquier venezolano y creo que allí está una de las fuentes de esperanza de este país.
Al gobierno le ha sido fácil venderle al venezolano eso de “camarada”, “socialismo” y “revolución”. Pero venderle esas marcas extrañas que vende el Mercal, eso sí que le cuesta.
De allí viene la razón por la cual el gobierno empezó a “apropiarse”, digo, expropiar, no solo los medios de producción (de aquellas actividades de “interés social”) sino también las marcas que dentro del fundamento legal de la “expropiación” no son susceptibles de ser objeto de esta medida.
Así fue como Los Andes (fabricante de lácteos) y Fama de América (productora de café molido empacado) permanecieron con la misma fachada a pesar de lo trastocado que quedó todo de puertas adentro y ahora en el Metro podemos ver propaganda con esas marcas “Hechas en socialismo


El Venezolano de los sectores socio económicos más depauperados es el más fiel a las marcas, las marcas no solo le dan estatus y un sentido de bienestar psicológico, sino que le dan estabilidad dentro de la inestabilidad en la que está obligado vivir. La clase media venezolana es más propensa a aceptar una marca “blanca” siempre y cuando el producto satisfaga sus necesidades.
La “felicidad suprema” para el venezolano tiene mucho que ver con la Pirámide de Maslow: comer, tener un techo, estudiar, superarse y sentirse bien consigo mismo. Sin saberlo, para algo tan abstracto e imposible de cuantificar, el venezolano común sí que le tiene un peso y una medida.   
Creo que el grueso de la clase media (y también parte de la clase baja como lo demostraron las elecciones parlamentarias en ciertas zonas) está queriendo algo diferente al Caudillo de Barinas. Sin embargo, tengo la corazonada de que para aquellos que todavía no ven el “meollo” en el que estamos metidos, la escases que se avecina (dada la disminución de las importaciones por parte del sector privado y la incapacidad cada vez más evidente del gobierno para importar alimentos, para manejar los puertos y para mantener los alimentos sin que se pudran), el alza de los precios (por la devaluación de la moneda, que de acuerdo a los especialistas tiene un impacto del 15-18% en la inflación global  y que afecta el 65% del presupuesto de los sectores D y E) y la disminución de la variedad de las marcas (reconocida por el BCV hace un par de semanas) les va a tocar el bolsillo, les va a despertar al consumidor que todos llevamos por dentro (y algunos afuera) y van a añorar ser tratados como el mentado “Capitalismo Salvaje” solía tratarlos. Después de todo, eso de “felicidad suprema” tiene mucho que ver con el estómago.
Así que líderes, futuros líderes, opositores y opositores dentro de la oposición, preparen sus estrategias, el objetivo es el consumidor.