No hay agua en Caracas, Hidrocapital (la empresa estatal surtidora de agua) ha avisado que el suministro de agua sería cortado en casi (por no decir toda la ciudad) durante 24 horas. Es viernes y me entero de la noticia en el almuerzo con mis dos jefes (ambos japoneses). Uno de ellos lo lee por su celular, alarmados apuran su café y piden la cuenta, “¿Qué hacemos?” dice uno “Tengo que ir a casa” dice el otro.
El tiempo que transcurrió desde que pidieron la cuenta hasta que fue pagada fue lo suficientemente largo como para que ellos pensarán como resolver sin agua por 24 horas,
- - ¿Cuántos baños tienes en casa?
- - Cinco
- - Bueno no está tan grave, solo que no debes tirar de la palanca más de una vez…
- - Llenaré las bañeras!!!
- - Necesitarás tobos!!!!
- - ¡Tengo que conseguir tobos! ¡Y bañarme!
- - Debemos ir a casa rápido!!!
Mientras ellos conversaban yo me reía, veía su alarma, su preocupación y me pareció graciosa, hasta que uno de ellos me preguntó, “¿Maithe-san como harán en tu casa?”.
Allí me preocupé, me alarmé, me asusté. No por falta de planes, sino por la existencia de uno. Dos tobos suficientemente grandes como para cubrir una semana, agua potable para cocinar, restringir el uso del agua al máximo y un gran etc. ¿Cómo no me alarma que no haya agua?, me pregunté a mi misma. ¿Cómo es posible que hasta gracioso me pareciera la preocupación ajena cuando lo que debió darme era vergüenza?
Algunos dirán que los venezolanos somos precavidos ante estas eventualidades, que estamos preparados y que eso es algo digno de mencionar…la verdad es que estar preparados para la ineptitud y el caos no es ser precavido, es simplemente adaptarse a lo inservible, es bajar nuestros estándares… no me enorgullezco de tener tobos en casa para cuando se vaya el agua, me enorgullecería que el agua fuera potable y confiable, no me siento orgullosa cuando pienso que tengo que salir de mi casa una hora y media antes de la hora de llegada a mi trabajo aunque vivo a 30 minutos de distancia solo por si acaso pasa algo en el metro, me sentía orgullosa cuando hablaban del “ciudadano metro” y de cómo las reglas se cumplían en el sistema o cuando me acostumbro a pedirle a mis amigos que me escriban un mensaje en cuanto lleguen a la casa porque quiero saber que están seguros…
Me estoy acostumbrando… que vergüenza eh. Los dejo, me tengo que dar un baño de tapara…
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