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lunes, 13 de julio de 2015

Francamente, no hay días malos

Salí temprano pensando adelantar, jugándole una triquiñuela al tiempo y ganar, al menos, por una vez.

El metro vacío, tengo un sueño que no me cabe en el cuerpo. El café en mi termo me tienta. Bah! Si ya nadie le hace caso al “dejar salir es entrar más rápido”… al menos un sorbito puedo permitirme.

Ya voy en la parte del libro en la que Celia Foote va a la fiesta de beneficencia (sí, estoy leyendo “The Help”. Sí, sí el mismo de la peli… “eat my shit” y todo el cuento).

Ya en el tren la cosa se ve rara… muy lleno como para ir en contraflujo y a esta hora. Pero nada, esperamos, y llegó y nos sentamos (ya voy acompañada en este trecho).Nos bajamos y esperamos… la camioneta no llega, han trancado la vía. Bendito tiempo que me gana, así tramposamente.

Y aquí vengo entrando a la Planta a las 8:40 cuando se supone que debía llegar a las 7:10.
Primera reunión, segunda reunión, curso. Pausa que viene el almuerzo. Llamada, y ya… se me fue el día. Hice de todo pero a la vez siento que no hice nada. Ya oscurece y vamos de camino a la ciudad. 

Mi hermana me escribe. Que el pajarito que rescató de ser atropellado se murió. Coye… tan bello el pajarito, toda una cuchurita… qué porquería de noticia.

El tiempo no sólo me ganó, me remató con tráfico en la Francisco de Miranda, desde el Fuerte Tiuna hasta los Chaguaramos. Los párpados me pesan… quiero que se acabe el día y de repente… se me prende el bombillo…

Y pido que me dejen más arribita y camino hasta ver su vitrina de felicidad. De gente que toma un buen café y que come la torta que Dios mismo debe haber horneado sólo para sacarnos una sonrisa.
Y entro en este pedacito de cielo, donde la gente disfruta, se ríe, conversa temas agradables. Donde el techo me recuerda a mis amadas nubes de Calder y donde un par de chicas ya saben que tengo cara de querer mi torta de zanahoria con cremita.

En donde el agua es gratis, el Wi-fi liberado y en donde un trocito de torta para probar en el mostrador intenta disuadirme para que le monte cachos a la de zanahoria.
Y ahora estoy yo en la pecera, nadando feliz alrededor de los corales, viendo lo triste que se ven los de afuera… ¿por qué no entran?

Salgo renovada, con ganas de echarle pichón al reporte que debo terminar, suspirando con el corazón lleno de amor por el dulce y los pulmones impregnados de olor de café. Feliz de haberme mimado un poquito hoy.



Francamente, no hay días malos porque todos pueden terminar en Franca.     



pd: Gracias por mi Llano en Llamas.



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