Salí temprano
pensando adelantar, jugándole una triquiñuela al tiempo y ganar, al menos, por
una vez.
El metro
vacío, tengo un sueño que no me cabe en el cuerpo. El café en mi termo me tienta.
Bah! Si ya nadie le hace caso al “dejar salir es entrar más rápido”… al menos
un sorbito puedo permitirme.
Ya voy en
la parte del libro en la que Celia Foote va a la fiesta de beneficencia (sí, estoy
leyendo “The Help”. Sí, sí el mismo de la peli… “eat my shit” y todo el
cuento).
Ya en el
tren la cosa se ve rara… muy lleno como para ir en contraflujo y a esta hora. Pero
nada, esperamos, y llegó y nos sentamos (ya voy acompañada en este trecho).Nos bajamos
y esperamos… la camioneta no llega, han trancado la vía. Bendito tiempo que me
gana, así tramposamente.
Y aquí
vengo entrando a la Planta a las 8:40 cuando se supone que debía llegar a las
7:10.
Primera reunión,
segunda reunión, curso. Pausa que viene el almuerzo. Llamada, y ya… se me fue
el día. Hice de
todo pero a la vez siento que no hice nada. Ya oscurece y vamos de camino a la
ciudad.
Mi hermana
me escribe. Que el pajarito que rescató de ser atropellado se murió. Coye… tan
bello el pajarito, toda una cuchurita… qué porquería de noticia.
El tiempo
no sólo me ganó, me remató con tráfico en la Francisco de Miranda, desde el
Fuerte Tiuna hasta los Chaguaramos. Los párpados me pesan… quiero que se acabe
el día y de repente… se me prende el bombillo…
Y pido que
me dejen más arribita y camino hasta ver su vitrina de felicidad. De gente que
toma un buen café y que come la torta que Dios mismo debe haber horneado sólo
para sacarnos una sonrisa.
Y entro en
este pedacito de cielo, donde la gente disfruta, se ríe, conversa temas
agradables. Donde el techo me recuerda a mis amadas nubes de Calder y donde un
par de chicas ya saben que tengo cara de querer mi torta de zanahoria con
cremita.
En donde el
agua es gratis, el Wi-fi liberado y en donde un trocito de torta para probar en
el mostrador intenta disuadirme para que le monte cachos a la de zanahoria.
Y ahora
estoy yo en la pecera, nadando feliz alrededor de los corales, viendo lo triste
que se ven los de afuera… ¿por qué no entran?
Salgo renovada,
con ganas de echarle pichón al reporte que debo terminar, suspirando con el
corazón lleno de amor por el dulce y los pulmones impregnados de olor de café. Feliz
de haberme mimado un poquito hoy.
Francamente,
no hay días malos porque todos pueden terminar en Franca.
pd: Gracias por mi Llano en Llamas.
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