He escuchado varias veces cómo mujeres exclaman no saber cuáles son los logros que hemos obtenido, nosotras las mujeres, con la llamada “liberación femenina”.
Esas mujeres me preocupan, así como aquellas que siguen teniendo patrones conductuales tan o más preocupantes que los machistas o misóginos.
No creo que hayamos alcanzado todo lo que deseamos (que no es tener una sociedad libre de hombres o en donde las mujeres sean consideradas superiores, para nada), pero sí estoy segura que lo lograremos.
Ya las mujeres venezolanas somos un número significativo de egresadas universitarias y con honores, la participación política de la mujer ha aumentado a nivel mundial y en nuestro país tanto opositores como sectores afectos al gobierno cuentan en sus filas con un número creciente de mujeres y gran parte de la plantilla docente de colegios, liceos y universidades.
Nos falta tener un porcentaje equitativo de mujeres como gerentes y miembros de juntas directivas, nos falta no tener que usar leyes con discriminación positiva para poder alcanzar mayor participación y protección de las mujeres, nos falta dejar de reírnos de las supuestas debilidades del género femenino y de fomentar patrones desfasados que ubican al hombre en una posición de conflicto con la mujer.
Creo que aunque en el pasado, podíamos decir que las mujeres estaban atrapadas (al menos en el mundo occidental) contra su voluntad en una sociedad patriarcal que las confinaba al hogar y al silencio complaciente y que sí, el hombre era uno de los principales responsables de este esquema societal. Hoy en día, son algunas mujeres las que siguen arrastrando el lastre de la dependencia y de la debilidad. Las que practican y fomentan las conductas en las cuales la mujer es un ser minúsculo y delicado que necesita la protección del hombre para sobrevivir, las que piensan que el hombre es el “proveedor” (sí, así mismo lo he escuchado) y que se esfuerzan por ser cosificadas y vistas como un mero objeto de deseo sexual por el sexo opuesto.
Nuestra lucha no es aprender a vivir sin el hombre, sino aprender a vivir con nosotras. Aprender a tratar a nuestras colegas mujeres con respeto, decidir ponernos las prótesis porque nosotras queremos vernos en el espejo así y no porque queremos levantar las miradas masculinas en la calle, hablar con un profesor para que considere nuestra nota con argumentos y no con un escote de por medio, no juzgar duramente a una mujer por una conducta por la cual no juzgaríamos a un hombre de la misma manera, quitarnos de la cabeza que las feministas tienen que tener características masculinas y no reproducir una y otra vez esas generalizaciones que son como un puñal para el género, solo para comenzar.
Creo que si logramos hacer todo lo mencionado arriba estaremos mucho más cerca de esa “liberación femenina”.
Tomemos este día para brindar por lo que hemos logrado: porque podemos votar, porque somos elegibles para cualquier cargo público, porque hay mujeres presidentas, ministras, secretarias de estado, gobernadoras, alcaldes, policías, militares, profesoras, doctoras, abogadas, internacionalistas, políticas, embajadoras, porque podemos ir al colegio, al liceo y a la universidad a recibir una educación de calidad, porque podemos escoger con quién casarnos, porque podemos tener amigos, escribir libros, ir a la luna y ser lo que queramos ser.
Hoy nuestro límite esta cada vez más cerca de ser nuestras propias aspiraciones y no una imposición social. Salud por ello!
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