Días atrás revisaba en el diario El País, como, después de 15 años de espera, Amazon (la librería virtual más grande del mundo) inaugurará su portal en español este mes. Para mi Amazon no era más que un portal especializado en distribución de material en físico y superficialmente conocía la magnitud de los e-books que se tranzan por el mismo portal (libros digitalizados y otros especialmente diseñados para ser vistos por medio de un computador o de una tableta o del kindle de la marca).
Empapándome un poco de lo que es Amazon en el sector de e-books, encontré que hay libros que solo están siendo lanzados en formato digital, libros que se imprimen a pedido, también libros que hay que escuchar y ver cual película y que incluyen no solo editores, dibujantes y escritores, sino también banda sonora, edición, efectos especiales, tal como una película.
Ya ha trascendido que Amazon tiene varias negociaciones adelantadas con casas editoriales y los títulos de habla hispana son ahora el centro de las conversaciones, ¿deberíamos asustarnos los lectores venezolanos?
El mercado de libros en español está lógicamente interconectado en función del lenguaje, de acuerdo a los reportes del CERLAC Colombia, Argentina, México y España son los países que más exportan libros, los importan principalmente entre ellos mismos y con el resto de América Latina , en el caso venezolano, España es el origen de la mayoría de los libros que ingresan al país.
La industria editorial también ha sufrido por la dificultad de acceder a divisas, más allá de eso, a pesar que la educación ha sido denominada prioridad para el Ejecutivo Nacional las importaciones de libros se gravan con un impuesto del 30%, lo cual repercute directamente en el precio que paga el consumidor final. Al no haber industria a la cual proteger (la impresión de libros en Venezuela es mínima debido a derechos de autor y propiedad intelectual así como a los altos costos de la realización en el país) pechar los libros con estos impuestos solo responde a una lógica “capitalista-rentista” para nada acorde con el espíritu socialista que dice impulsar las acciones de este gobierno (podemos sumar esta contradicción a las muchas mencionadas en mi entrada anterior).
Mientras en EEUU ya se pueden ordenar los e-books online y en España se pueden comprar en físico y recibirlos en casa sin mayor complicación, en Venezuela todavía se debe ir a la librería y recorrer varias para encontrar, por citar algunos, “La Casa de Los Espíritus” de Isabel Allende o el número 1 de la saga del niño mago (si, Harry Potter), eso por mencionar títulos masificados, ya que quien quiera los doce volúmenes de las Memorias de Churchill debe hacer un recorrido más underground y variopinto. ¿Podrá nuestro primitivo mercado sobrevivir a los cambios que se avecinan en la Madre Patria?.
Los libreros pese a los embates económicos y a lo poco (poquísimo) que lee el venezolano han sabido sobrevivir por su creatividad y han aprovechado esta movida urbana en la que el citadino intenta disfrutar dentro del caos de la ciudad. Las redes sociales y los medios de comunicación también han olfateado esa sed de encontrar espacios y han puesto su granito de arena para promocionar ferias de libros, cambalaches, movimientos del libro libre y revistas especializadas. Sin embargo, el Venezolano sigue leyendo poco.
Se suma ahora a la preocupación por ganar lectores la preocupación (espero que infundada) de la revolución que el e-book en español traerá consigo. Personajes del mundo editorial hispanohablante comentaban que tal vez disminuirían los stocks, que probablemente las impresiones se harían por pedido y yo, venezolana sujeta al cupo CADIVI, me pregunto si será tomado en cuenta un mercado complicado y regulado como el venezolano a la hora de imprimir libros. ¿Aumentarán los costos? ¿Disminuirá la variedad ya de por si un tanto limitada?
Lo admito abiertamente: no me gustan los e-books, para mi nada se compara con la sensación del papel bajo las yemas de los dedos, la posibilidad de escribir mis comentarios o notas al margen, subrayar esas frases que quiero inmortalizar en la memoria y nada como el oler los libros viejos (aunque son hongos, lo sé) o los nuevos. Más allá de eso, ¿Qué pasará con el venezolano promedio si los libros solo aparecen en digital? ¿Qué porcentaje de la población tendría la computadora y el internet para ordenar el libro, la tableta o en kindle para leerlo y la tarjeta de crédito con DOLARES para pagarlo? ¿Cuántas librerías se pueden dar el lujo de asumir una subida de precios por el requerimiento (quien sabe si en un futuro obsoleto) de la impresión de un libro?
Estoy segura que el sector venezolano relacionado con los libros está siguiendo de cerca lo que pasa al otro lado del océano en la tierra de Cervantes, espero que el Gobierno sepa entender que llegó la hora de darle prioridad al libro, de facilitar su importación y disminuir su coste sin perjudicar al importador, de desenmarañar los trámites y de imprimir aquí algo más que panfletos socialistas y un Don Quijote que comienza con otra oración que no es justamente “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”…
Tal vez todo esto solo sea un susto, tal vez el e-book en español le quite un pequeña porción al libro en físico y nada más… crucemos los dedos para que así sea.
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