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miércoles, 22 de febrero de 2012

¡Mentira! Parte I: En la Política

Mientras escribo esto, tengo la certeza de que lo que pensaba sería una entrada de mi blog se convertirá más temprano que tarde en una serie de entradas dedicadas a la mentira. Porque lamentablemente, aunque queramos ver siempre el vaso medio lleno y no medio vacío, la mentira está tan arraigada que parece parte de nuestra psique colectiva.

Hoy paseándome por los periódicos me encuentro con que Camps (ex Presidente de la Generalitat Valenciana, España) fue declarado inocente del cargo que se le acusaba. Resumiendo el asunto (para aquel que no lo sepa, que vamos, ante el panorama mundial un Presidente de una Comunidad Autónoma acusado de recibir regalitos para adjudicar licitaciones puede pasar desapercibido) este señor recibió unos fulanos trajes hechos a la medida y carísimos, además, por adjudicar el contrato a una empresa de unos tipos con cara de malos.

Y ustedes pesarán “y ella va a escribir por esa nimiedad” ahí les respondería VEN, ahí está, están acostumbrados a la mentira. Pero la verdad es que como yo estoy acostumbrada a ella también (y más si viene de políticos) les diré que NOOO, no escribo simple y llanamente porque estoy asombrada porque este hombre es declarado inocente cuando se escucharon conversaciones telefónicas de él y de los otros en donde se demuestra que tales regalos existieron y que Camps los aceptó. Eso sin contar las evidencias físicas y los testimonios. Escribo porque más allá de eso, ahora los periódicos reseñan que el señor ejemplo de antivalores HA VUELTO A LAS CORTES VALENCIANAS (léase a ocupar un puesto dentro de la Administración Pública).

Recordemos el caso de Bill Clinton con la becaria malintencionada (no solo por incumplir el mandamiento de no desearás el hombre del la prójima, sino por guardar el fulano vestido por años y usarlo para extorsionar al otrora Presidente). Clinton juró sobre la Biblia y mintió a su país y a Dios (para aquellos que creen que Él existe). Lo normal hubiera sido que el sujeto fuera condenado al olvido, sin carrera política ni futuro no que fuera perdonado y aclamado como el líder de la paz, confiable mediador y demás.

Y luego llegamos a nuestras tierras tropicalientes donde el Presidente se gasta nueve horas (N-U-E-V-E, se lee nueve) dando su “Memoria y Cuenta” (en vivo y sin cortes comerciales) ante un auditorio repleto de diputados y diputadas, así como observadores invitados (humanos para que no quede duda) y lejos de explicar por qué su gestión no ha conseguido resolver problemas como la crisis eléctrica, el desempleo, la inflación y la inseguridad él nos ha mareado con las acostumbradas anécdotas sobre su familia y sus allegados y ha minimizado los problemas que son imposibles de desestimar.


Los “trending topics” de esa tarde en el twitter venezolano fueron “MCM” (iniciales de la diputada que le dijo ladrón), “águila no casa mosca” (lo que el Presidente respondió) y “cuento de memoria” (manera popular de llamar a la Memoria y Cuenta por estas latitudes desde tiempos indecibles). Pero les aseguro que poca gente pensó en lo mentiroso que es el Presidente.

Porque ya es normal y que los políticos nos digan la verdad es la excepción de la regla, lo extraordinario de lo cotidiano cuando en realidad debería ser lo contrario. Hemos subvaluado la verdad al restarle importancia a la mentira.

Si pudiera incluir la mentira como pecado capital lo haría. Savater explica en su libro “Pecados Capitales” que se denominan capitales porque originan otros males cual piezas de dominó que se caen una tras otra, creo que la mentira calzaría en esa definición perfectamente.

Durante y después  del maratón verbal del Presidente hubo quienes lo aplaudieron y vitorearon: “¡Qué grande, mira como le respondió!”, sin reparar en el simple hecho de que el Presidente nos miente a todos, a los que no lo apoyan pero a sus rojos rojitos también.

Un gran amigo me dijo una vez “Me molesta que me mientan, es como decirte idiota en tu cara, es como subestimar mi inteligencia”, creo que tiene razón. Después de todo…no debemos ser muy inteligentes para permitirles hacer eso una y otra vez.

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