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lunes, 9 de enero de 2012

La mejor decisión de mi vida

Mientras escribo esto escucho una respiración rítmica y acompasada, de vez en cuando se interrumpe y él levanta la cabeza para verificar que todavía estoy despierta, se vuelve a enrollar en ese ovillo que suele hacer cuando tiene frío, cierra los ojos y suspira.

Hace 8 años exactamente a las 11 de la mañana me encontraba paseando con Balto (el hermoso Basset Hound de la familia), el paseo no fue muy largo esa vez. Balto no quería moverse de la entrada y olisqueaba desesperado un matorral, yo lo halaba de la correa, le decía que camináramos más allá pero Balto se resistía, cuando empezó a ladrar llamando mi atención lo vi: era un montoncito del tamaño de mi mano, un perrito escuálido que abría y cerraba los ojos como si no fuera capaz de hacer mayor esfuerzo, tiradito como desmayado. La nariz de Balto se movía alrededor de él como si lo revisara y me miraba, los ojos de Balto parecían decir “hagamos algo”.

Los tres subimos a casa.

Una vez en la casa el perrito caminó, como sabiéndose seguro, moviendo su colita buscó una esquina para dormir, me asustaba que muriera pero se levantaba en intervalos para comer y luego seguir durmiendo.

Debo decir que era temerario decir que aquel montoncito era un perro, tenía poco pelo y la piel estaba cubierta por una especie de caparazón dura y opaca, bichos de todos los tamaños le caminaban por el cuerpo.

Mi mamá y yo lo llevamos a una Asociación de Protección de Animales con la intención de dejarlo allí y que ellos se encargaran, la secretaria me preguntó su nombre y le dije que lo había encontrado hoy, ella respondió viéndolo “¿te lo vas a quedar o es para enviarlo al refugio?” la mirada de la secretaria y el tono de voz me decían entre líneas que lo sacrificarían. Respondí, “se llama Sam”.

Mi mamá suspiró, “le conseguiremos casa”, le dije. “¿Por qué Sam?”, me preguntó ella, a lo que respondí: "por Sam Gamyi (del Señor de los Anillos), será fiel y fuerte como él, sobrevivirá y ayudará a su amo".

El veterinario no me dio muchas esperanzas, le recetó un tratamiento pero me dijo “no creo que pase de esta noche”. Esa noche no dormí, estaba al lado de la cajita en donde Sam dormía pendiente de que comiera, de la medicina y de su respiración.

Desde esa noche hace ya ocho años Sam duerme debajo de mi cama. Ese montoncito de ser aprendió a hacer pi y po donde debía a la semana de haber llegado, aprendió a comer perrarina sin inconvenientes y salvo un par de zapatos (sorry mamá) y una camisa nunca mordió nada ni dio problemas.

Sam y Balto se quieren mucho, desde pequeño Sam se acostumbró a dormir con él, a jugar y a compartir cama y juguetes. Si algún perro se mete con Balto ahí sale Sam como agradeciéndole de por vida el haberlo encontrado.



Por mi parte no puedo pedir un mejor perro.

Sam es un perro fuerte, grande, saludable y muy guapo. Todo él es tan diferente del montoncito de huecitos y pulgas que recogí una vez, todo en él ha cambiado menos sus ojos, con esa mirada triste y agradecida.

Mi familia y yo le dimos un hogar a Sam, él a cambio me ha dado el mejor compañero que podía desear.   









4 comentarios:

Jessika Brito dijo...

Simplemente me he quedado sin palabras Mai, con mis ojos aguados y en medio de un suspiro solo me queda decir que Sam es afortunado de tenerlos.

Edwind dijo...

Mai, solo puedo decir 4 palabras.... Te Ganaste el Cielo!!!. Excelente mensaje

Gaby dijo...

Simplemente hermoso Mai! =D

maithé dijo...

gracias por sus comentarios chic@s!

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