Esta semana tuve la fortuna de
asistir a un curso de Calidad de Servicio en la Universidad Corporativa de la
empresa en la que trabajo. El curso, dicho sea de paso, fue dictado por una tipaza
fogueada en mercadeo, marketing relacional y con un CV que apabulla a
cualquiera.
Y es que todos en nuestros roles,
por pequeña o grande que sea nuestra parcela de poder estamos allí para servir.
Analizando la información primaria dada por los asistentes, coordinando para
que todos los elementos necesarios para el éxito de la operación se den, gerenciando
los recursos estratégicos de la empresa (recursos humanos, de capital, etc.)
para lograr las metas propuestas o invirtiendo el dinero necesario para mejorar
continuamente y de manera sostenida en el tiempo.
Sin la vocación de servicio el
poder se vuelve un fin en sí mismo en la organización y lleva a aquel que lo
detenta a actuar de manera contraproducente para los fines colectivos,
malgastando y depreciando recursos que bien podrían ser invertidos en aras de
construir mejores resultados y empresas más sólidas.
Es esa vocación de servicio la
que nos hace reconocer nuestros errores con humildad y comprometernos con
encontrar la solución satisfactoria para ese cliente que vemos (en mi caso mis
clientes internos) y por aquel que no conocemos (en mi caso ese que está allá
en cualquier tienda del Grupo y que será el cliente final).
Tener vocación de servicio no es
contestar el teléfono diciendo “a la orden”, tener vocación de servicio es
entender que el rol que desempeñamos tiene una sola razón de ser: el cliente, y
que por él debemos mejorar nuestros procesos, ser más rápidos, ser puntuales,
escoger los mejores productos, pensar en qué le gusta y en qué le gustará
aunque no lo sepa, escoger a las mejores personas para que nos acompañen en el
viaje, premiarlas y tratarlas bien, empoderarlas.
Es difícil tener vocación de
servicio, sobre todo cuando el entorno te golpea a mansalva, sin embargo qué
rico es que cuando te preguntan “¿qué has hecho tú para ser único en la mente
de tu cliente hoy?” sin mucho esfuerzo recuerdas los “muchas gracias”, los “acudí
a ti porque sabía que resolverías” y los rostros de confianza de tus clientes.
Así que gracias Pily por darle
nombre a ese fresquito que me invade cuando alguien me dá las gracias y cuando
sé que soy útil, se llama servir y… ¡me encanta!
1 comentarios:
Speechless!
Me siento bañada en agua de rosas. Wow! Gracias. Dios te bendiga y que esa esencia enriquecedora y bidireccional del servicio sean parte de tu día a día siempre.
Simplemente wow!
Un abrazo enorme,
PILY
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